La moneda cayó.
Ni se estampó la cara contra el suelo,
ni la cruz fue su colchón.
Sino que fue el canto quien la salvó.
Quiso rodar, y lo hizo, sin más.
Quiso saltar, y lo consiguió, al azar.
Quiso bailar, y un par de vueltas dio
para volver a parar.
Quieta, quiso caer de costado
pero ni por cara, ni por cruz
sino por el filo de sus curvas, cayó.
Así fue como la moneda saltó,
y aguantó fuerte hasta que ella misma cayó,
en algo raro y duro llamado amor.
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